miércoles, 5 de diciembre de 2012

*En otoño también renace la vida

Lanzados como hojas otoñales sobre el aire que respiramos caminamos ya en este curso 2012-2013. Con la sensación de injusticia entre los dientes por la bajada espectacular de nuestros sueldos nos violenta contemplar que quienes deciden si podemos o no cenar pescado no renuncian a comer solomillo en los mejores restaurantes que pagamos todos.

Pero no van a ir por aquí mis pasos hoy, sino que voy a contaros algo bonito que nos alimente en estos tiempos revueltos y angustiosos. No voy a caer en la crítica seca e inútil sino en la alegría que me invade al comprobar que existen jóvenes vivos, de manos limpias y corazones grandes, es decir, ¡Vecinos! que el futuro existe si no tiramos la toalla sumidos en el desánimo, la rabia y el cansancio.
Hace unos días mandé a mis alumnos de 4º de la ESO, en la asignatura de ética -que el actual gobierno ha decidido eliminar en su reforma del año que viene-, que denunciasen mediante argumentos un hecho del mundo en el que viven, aportando a la vez una solución propia al problema en cuestión.
 
Entre las decenas de reflexiones recojo una que nos habla de jóvenes cargados de esperanza y ganas de construir, algo que jamás podrán hacer las víctimas.
 
Una de mis alumnas, Laura Aguado Cabanillas, denuncia la macro fiesta del 31 de Octubre celebrada en Madrid donde ganar dinero se impuso sobre la seguridad de las personas, y nos propone un cambio como solución:

Enseñar a los niños a aceptar un no, que aprendan que para conseguir las cosas hay que esforzarse. No hay que comprar zapatos nuevos a un niño cada día, sino cada año, y que así el niño vuelva a tener ilusión. Que su felicidad se base en hacer las cosas bien … que  entienda que si algo es fácil de conseguir es que algo va mal”.

Y termina diciendo:

“Así conseguiremos que cuando el niño sea un adulto, no vea dinero fácil vendiendo más entradas de las que debería… y que sea feliz por el placer personal de saber que ha hecho las cosas bien”.
¿Por qué les cuesta tanto a tantos adultos tener claro lo que tan nítidamente ve  una adolescente de 16 años?

miércoles, 27 de junio de 2012

*Resistencia Noviolenta

Lo peor de vivir en un mundo interconectado es que si su funcionamiento no se basa en la cooperación puede suceder que las malas decisiones de unos pocos afecten terriblemente a la inmensa mayoría. Estoy convencida de que algo así es lo que ha generado el clima de incertidumbre que arrasa nuestra sociedad y enturbia nuestros corazones.

La dictadura de la rentabilidad y sus defensores nos están ahogando, y por esto, quiero traer, como símbolo de inspiración para combatir el desánimo, a Gene Sharp y su obra “De la dictadura a la democracia”. Me gustaría rescatar dos de las muchas ideas que en ella se exponen:

La primera es el convencimiento de que el poder político está en manos de los individuos que conforman un Estado; la segunda nos invita a la desobediencia no violenta al poder establecido.

Gene nos propone la resistencia Noviolenta como el camino para efectuar cambios dentro del Estado y luchar por la liberación. Sé que se refiere a  liberarse de los dictadores, aunque los dictadores de hoy ya no son visibles, sino que se aglutinan en forma de poderes fácticos muy sutiles, creando estilos de vida que oprimen a la gran mayoría. Las armas usadas por estos poderes no son directamente letales (aunque en algunos lugares lo siguen siendo), pero su poder destructivo es aún más corrosivo, porque daña lo más valioso del ser humano: la confianza y “el nosotros”, como concepto de cohesión y de fuerza.

La idea que nos transmite este filósofo americano es: “Nosotros podemos hacer cosas que yo solo no podría”.

De acuerdo con Gene Sharp, creo que debemos confiar en nuestras propias fuerzas y darnos cuenta de que el poder económico triunfa muchas veces mediante tretas inmorales, y no por principios rectos. En cuanto se nos ilumine la mente, las tretas dejaran de funcionar.

sábado, 28 de abril de 2012

*La ola que viene...

¿Creéis que es imposible que hoy o mañana vuelva a implantarse otra dictadura en Alemania? No es una pregunta mía, sino del protagonista principal de la película “La ola”, que se estrenó en Alemania en el año 2008.

La segunda pregunta del profesor es: ¿Qué circunstancias socioeconómicas se tienen que dar para que se dé un sistema totalitario? Y la respuesta de los alumnos es: Un elevado número de parados, decepción política, injusticia social, elevada inflación y un nacionalismo radical.

En mis clases, estas últimas semanas no hemos dejado de pensar en el paralelismo entre lo que se decía en la película y lo que está ocurriendo en nuestro país. Hemos debatido, reflexionado, y no puedo dejar de comentar con ustedes, lectores y adultos, las conclusiones de la experiencia:

En primer lugar, me asombra el desconocimiento de mis alumnos sobre este tema; creo que es la primera vez que se paran a pensar en lo que significa vivir bajo el miedo y el control, pero me quedan dudas sobre si pueden imaginarse lo que puede llegar a ser. Sinceramente, creo que no.

Me asustan preguntas que me han planteado, como, por ejemplo: ¿Pero no es posible que una dictadura sea algo bueno? Me asustan por lo que pueda significar de fracaso en la transmisión del valor de nuestro sistema democrático. Y me pregunto: ¿es que no prefieren el diálogo y la libertad de expresión? ¿Qué está pasando? ¿Tal vez es que los adultos estamos locos de atar y les trasmitimos la bondad del control y el autoritarismo como solución facilona y represora ante las dificultades?

Creo firmemente que deberíamos reaccionar y actuar con firmeza. Esto no significa disciplina, sino seguridad en lo que creemos. Tampoco significa usar la fuerza y el vandalismo porque sintamos que la razón está de nuestra parte; significa tener calma y responsabilidad.

Luchemos por los derechos básicos que tantas vidas han costado y defendamos la libertad. No caigamos en la solución violenta, que solo genera horror y sufrimiento, sino en el siempre trabajoso camino del diálogo y el acuerdo. Busquemos la unión, no para imponer sino para colaborar.

domingo, 25 de marzo de 2012

*¿Loco o lúcido?

¿Por qué “El loco”? -le preguntan- y responde: “Por mis exageraciones en el comportamiento; de todas las acepciones del diccionario he elegido la más suave”.

También yo me pregunto: ¿Por qué loco? He pasado varias horas analizando a Marcelo Bielsa y creo que el calificativo tiene que ver con ser diferente, y la diferencia no la marca sus conocimientos técnicos sobre fútbol sino sus palabras. No sólo dedica miles de horas a ver videos del equipo que entrena y de los jugadores que intenta dirigir, sino que habla a sus jugadores. Les motiva, dicen ellos, con charlas sobre sus potencialidades y crea conciencia de equipo dispuesto a luchar en todos los partidos. Todo esto se podría resumir en: “Siempre va al ataque”, no deja de luchar, de esforzarse, de combatir porque siendo joven aprendió la lección más dura de su vida: Serás alguien si crees en ti y no te rindes.

Él dice de sí mismo que es un especialista en fracasos y creo que su mirada triste tras la derrota en el Mundial del 2002 como entrenador de Argentina, su país natal, lo confirma. Tres años de duelo hicieron falta para renunciar a su gran sueño. Tal vez en el fondo lo que buscaba era ganar el respeto de su padre o compensar su falta de talento como jugador de fútbol. No lo sé, son interpretaciones que me sirven para comprender los tres años de aislamiento que necesitó después de la derrota, y que se considere así mismo como fracasado cuando en realidad son muchos los éxitos conseguidos.

Interpretaciones a parte, tengo que reconocer que este hombre me ha despertado curiosidad y respeto, además de emocionarme al contemplarle en varios videos.

Y si he decidido hablar sobre él es porque creo que su talante nos hace falta como país. Necesitamos su pasión desbordada, su coraje y disciplina en el trabajo diario. También necesitamos ese punto de rebeldía para no conformarnos con la realidad que nos han impuesto, y convencernos de que sí podemos ser un país ganador si cambiamos ciertas posturas de pasotismo y apatía.

jueves, 15 de marzo de 2012

*Catedrales góticas

Desde que la leí en una entrevista que hicieron a Zygmunt Bauman, viene conmigo cada día e inspira mi quehacer en el aula. Me refiero a una frase pronunciada por quien fue condecorado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2010, y que dice: “Hoy nadie construye catedrales góticas”.

Polaco de nacimiento, con identidad judía, Bauman tuvo que emigrar a Rusia para salvar su vida del peligro nazi. Ahora tiene 87 años y conserva su peculiar lucidez cuando piensa sobre la actualidad política y social. Después de la 2ª Guerra Mundial compaginó sus estudios de sociología con su trabajo en los servicios de inteligencia militar. La facultad de sociología fue suprimida y tuvo que terminar su formación en la facultad de filosofía. Ha escrito más de 50 libros sobre temas de actualidad y su nombre va unido a la palabra “Líquido”.

Este término forma parte de muchos de los títulos de sus libros: La modernidad líquida, el amor líquido, vida líquida, tiempos líquidos, miedo líquido, el arte ¿líquido?... y la idea que quiere transmitirnos es la fragilidad e incertidumbre que impregna nuestro mundo, en concreto el sistema consumista, globalizado e individualista  que ha creado un orden mundial que se tambalea.

Esta realidad nos hace débiles porque nos encierra en el miedo a no saber que va a pasar el año que viene. Y creo que, por esta razón, la frase con la que inicié este artículo tiene sentido. Vivamos nuestra vida y realicemos nuestra tarea como si estuviésemos construyendo una catedral, algo sólido y duradero, cuyos frutos se verán a largo plazo y recogerán las generaciones venideras. Creo que sólo así nuestros jóvenes recuperarán la ilusión y el coraje necesario para construir un universo ordenado, limpio y transparente, donde la verdad y la mentira, el bien y el mal, estén claramente separados. Termino con una frase del mismo pensador: “Una buena sociedad sería la que hace que las decisiones correctas sean las más fáciles de tomar”.

jueves, 22 de diciembre de 2011

*Actos modélicos

La cabeza, desbordada de información catastrófica que te mina a cada instante la alegría de vivir, intenta luchar una y otra vez con esfuerzo para no sucumbir al desánimo y la tristeza. Si rumias las noticias, una tras otra, se te acelera el corazón, alimentado por la rabia.

Pero, como se acerca la Navidad, quiero pensar que alguna conciencia renacerá, y se me ha ocurrido que si todos los niños españoles le escribiesen una carta a Urdangarin, lo mismo cogía todos esos miles de euros que ha colocado en el paraíso fiscal de Belice y los repartía, en un acto de justicia, entre los 12 millones de pobres que hay en España. Al fin y al cabo, él es un privilegiado más desde que se casó con la princesa, y aunque parezca más pillín que príncipe, hay que creer que los milagros existen, si no queremos caer en la desesperación.

Continué con la idea y pensé que si las palabras de nuestros pequeños consiguieran remover la conciencia del esposo de la Infanta, a lo mejor, el pícaro transformado en modelo ejemplar arrastraba a todos los diputados, senadores, concejales, alcaldes, parlamentarios y consejeros, a un acto de igualdad, que consistiera en bajarse el sueldo un 30% como contribución solidaria con ese 60% de mileurístas que sobreviven cada mes.

Estos actos, no solo serían dignos de ciudadanos comprometidos, sino que además lograrían que muchos de los millones de españoles que en las últimas elecciones han renunciado a ejercer su derecho al voto por no encontrar un representante digno, se animaran en las próximas, asegurándoles de esta forma el bienestar durante unos años más.

Esto sí que sería novedoso y nos convertiría en pioneros de una nueva Europa. Los actos simbólicos en épocas difíciles prenden como la pólvora y renuevan las ilusiones.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

*Educa la tribu entera

Hace algunos años, durante un curso que se celebró en El Escorial, escuché una frase que se me quedó grabada en la memoria para siempre: “Educa la tribu entera”. La pronunció el profesor de filosofía y escritor, Antonio Marina.

Tengo que reconocer que me encantó la idea o, tal vez, la sencillez de la imagen que evoca. El curso trataba sobre los problemas de la educación. Todos sabemos de la compleja realidad que llena las aulas, la falta de resultados positivos, el aumento de los conflictos de convivencia, la mercantilización de la educación, el olvido de su valor fundamental: hacer ciudadanos libres y felices.

 Pero, de entre todos estos problemas, me gustaría centrarme en uno especialmente: la ausencia de acuerdo y unión entre los miembros de la tribu. Me refiero, como todos sabemos, a padres y profesores.

Nunca me he sentido más incómoda realizando mi trabajo que en los últimos tiempos. Siempre pensé que los padres valorarían en mí la preocupación por el crecimiento personal de sus hijos. Que me echarían cuentas, si, en lugar de inculcarles ilusión por aprender, les insuflase el espíritu pragmático del que sólo se preocupa por los resultados, sin cuestionar el cómo se consiguen (por ejemplo, copiando).

Imaginaba que valorarían que enseñase a sus hijos a ser buenas personas, y no a aprobar sin estudiar o mintiendo, si es preciso. También pensé que esperarían que les aleccionase en el valor del trabajo bien hecho y en el saber aceptar una crítica que sólo pretende mejorar sus capacidades. Creí, en fin, que si alguna vez sus hijos se ensañaban conmigo en su presencia, rápidamente saldrían en mi defensa porque confiaban en mis criterios, valía y preparación.

Pero me he dado cuenta de que estaba equivocada. Y me preocupa. Y no por mí, sino porque si la tribu no envía el mismo mensaje, lo único que crea son bandas que pelean por la razón a toda costa sin darse cuenta de que en “esa guerra” ya se ha perdido, de antemano, el objetivo principal: formar personas. Nos jugamos mucho.

miércoles, 12 de octubre de 2011

*Ciudadanos conscientes

No deja de sorprenderme la falta de nuevas ideas en la campaña electoral. Desde que tengo uso de razón he oído las mismas promesas de mejora, casi siempre material y, por supuesto, en términos cuantitativos: subida de un 3% en las pensiones, subida o bajada de impuestos, subida o bajada de los salarios… siempre la misma canción embaucadora y vacía.

Y me pregunto si es que los políticos no detectan los cambios sociales, si es que no se dan cuenta de que los ciudadanos no somos los mismos de décadas pasadas. ¡El nivel cultural y de conciencia ha subido, señores! Por mucho que les pese, hoy hay menos ciudadanos españoles que confían en ustedes, la duda sobre su credibilidad ha aumentado tanto que ni con nuevas ideas sería posible recuperarla, pero si además nos sueltan la misma cantinela ¿cómo quieren que les tomemos en serio?

La sociedad va despertando; lo dicen algunas  señales como el movimiento de “Los indignados o del 15-M” que  nacido en España, se extendió a Israel y en estos días se manifiesta en varias ciudades de Estados Unidos, símbolo del capitalismo e imperialismo más feroz. Voces que se llaman a sí mismas “Okupas de Wall Street” se manifiestan en la calle, la única casa que pertenece a todos, y gritan de nuevo que estamos hartos de que políticos y  banqueros se enriquezcan con el sudor ajeno. Los ciudadanos queremos un cambio de verdad y es cualitativo, señores.

Queremos políticos dignos y honrados que den ejemplo de honestidad y sin privilegios. Que se sientan agradecidos por la confianza que los ciudadanos les han dado, y responsables para hacer las cosas bien para el mayor número de personas. Y que dejen de usar el poder que se les da para dar mal ejemplo a muchos ciudadanos que como grandes imitadores repiten patrones vergonzosos. Cómo si no interpretar la conducta de los directivos de la CAM, sino como diosecillos con poder, esclavos del estilo chabacano y hortera que han puesto de moda algunos miembros de la clase política española que tanto preocupa a los ciudadanos españoles conscientes.

domingo, 11 de septiembre de 2011

*¿A quién votaremos el 20-N?

En el informe de Mayo, el CSI (Centro de investigaciones sociológicas) nos informa de que el 22,1% de la población entrevistada considera que “la clase política” es el tercer problema de la sociedad española en orden de importancia. Y curiosamente son las gentes de más edad (de 35 a 44 y de 55 a 64 años: 24,9% y 25,5%, respectivamente) o los profesionales con trabajo (32, 8%) los que en mayor medida lo apuntan.

Si tuviésemos que realizar un perfil del colectivo que considera a la política y sus profesionales como problema los retrataría así:

-Son hombres (57,8%) en bastante mayor medida que mujeres (42,2%).

-Tienen una media de edad de 46,13 años. Con un mayor peso de los grupos de edad media, especialmente entre los 25 y los 34 años.

-Casi la mitad (49,1%) del colectivo tiene en la actualidad trabajo, frente a un 19,5% que está en paro.

-Tienen títulos educativos más elevados que los que no identifican el problema: entre los primeros, la suma de Diplomados, Arquitectos o Ingenieros, Licenciados y Estudios de Posgrado alcanza 24,2% del total; entre los segundos, sólo 17,2%.

-Su situación económica es superior a la media: 33,8% de los que identifican el problema declaran que su situación económica es buena ‐la media se sitúa en 28,6% para el conjunto de la muestra.

Entre los que apuntan el problema son más numerosos los que tienen intención de votar al PP (26%) que al PSOE (17%), pero en conjunto domina una actitud de rechazo a ambos partidos y sus respectivos líderes. La mayoría piensa que los partidos políticos carecen de personas preparadas y que se preocupen por los intereses de la gente. Supera el 50% los que declaran no confiar nada en los líderes (Rodríguez Zapatero y Rajoy).

Mi pregunta es: ¿A quién votaremos el 20-N? Y mi respuesta en forma de pregunta es: ¿Y si apostásemos por una mujer como presidenta del gobierno de España por primera vez en nuestra democracia?

*La alegría de vivir

Hoy amanecí con ganas de reflexionar sobre la alegría. ¿Qué es? ¿Cómo conseguir que inunde nuestra vida? ¿Forma parte esencial del ser humano?

No sé si será una reacción positiva mía ante tanto pesimismo social, económico y político. Si es así, bienvenida sea, para que nos ayude a descubrir las causas que mermaron aquella alegría que iluminó nuestros primeros años de niñez.

La alegría es una emoción básica, nacemos con ella y nos ayuda a adaptarnos al medio. La Psicología admite la existencia de seis emociones básicas o primarias: miedo, sorpresa, aversión, ira, tristeza y  alegría. Cada una de ellas cumple una función. El miedo nos protege de los peligros, la sorpresa orienta nuestra conducta ante la situación, la aversión nos ayuda a rechazar lo que nos puede dañar, la ira nos da energía para reaccionar, la tristeza nos ayuda a retomarnos interiormente y la alegría nos impulsa hacia la repetición de aquello que nos resultó agradable.

Bien, pero ¿qué es lo que nos hace estar tristes o nos impide ser alegres? Es más sencillo contestar si nos retrotraemos a la infancia. Siempre que nos sentíamos abandonados por nuestros padres, rechazados por nuestros compañeros o excluidos del grupo de amigos o del equipo de futbol, nos sentíamos tristes. Estas primeras heridas nos acompañan de mayores y, de forma inconsciente, generamos respuestas defensivas para no sentir nunca más aquellas emociones negativas.

Estas “reacciones defensivas”  toman forma de orgullo, vanidad, egoísmo, aislamiento, envidia…  y nos alejan de gozar de la vida con la inocencia de cuando éramos niños.

Cuanto más nos dominan nuestras insatisfacciones, carencias y miedos, más nos cuesta sentirnos alegres. Cuando pensamos en lo que somos y no nos gusta, o en lo que no tenemos o no hemos conseguido, nos invade la amargura. Cuando el miedo a perder lo que poseemos nos aprisiona, nos carcome la preocupación y la congoja. Por esto, si queremos recuperar la alegría de vivir deberíamos liberarnos de todos nuestros antiguos y actuales descontentos.

Vivir con alegría implica no culpar a los demás de nuestro malestar, ser conscientes de nuestras heridas y mirar como curarlas, dejar de forzar a los demás a que nos amen, perdonar de verdad y, sobre todo, permitir ser a cada cual lo que es o intenta ser, empezando por nosotros mismos.

martes, 2 de agosto de 2011

*Ser como niños

Compartir destino, dos palabras que hablan de acompañarnos voluntariamente en el camino de la vida. Me embarga una emoción profunda y sincera cuando pienso en todas las personas que se han mantenido a mi lado, de una u otra forma, durante un largo tiempo. Tiempos que construyeron mi destino, lo que hoy soy.

A veces me pesa lo vivido arrastrándome a la tristeza y creando pensamientos negativos sobre la realidad y las personas que me rodean. De forma automática luchas por evitar aquello que temes, en vez de centrarte en lo que quieres.

Dice Mario Alonso que “lo que el corazón quiere sentir la mente se lo acaba mostrando”, y me digo a mí misma con más fuerza que nunca: céntrate en lo que quieres sentir y encontrarás el camino para llegar a ello.

Lo que quiero sentir es alegría e ilusión. Quiero dejar de enfadarme con aquellos que siendo esclavos de sus prejuicios se creen poseedores de la verdad.

Me gustaría volver a sentir lo que mi corazón vivía en mi niñez: entonces pensaba que todas las personas éramos buenas y que los hombres éramos capaces de perdonar y luchar juntos por proyectos sinceros y auténticos.

Ahora entiendo la frase de Jesucristo narrada en el evangelio de San Marcos: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos".

Ser como niños, no niños. No juzgar a los otros. No perder las ganas de hacer las cosas bien. Perdonar los errores propios y los de los demás, En síntesis: mantener las ganas de vivir, pero de verdad.

Sentir la alegría de vivir, como los niños, que incluso gravemente enfermos no pierden la sonrisa ni las ganas de jugar y encuentran el consuelo en el abrazo y en los mimos. A ver si recupero a mi niña del todo y mi corazón quiere lo suficiente como para que mi razón la encuentre.

jueves, 30 de junio de 2011

*Maneras de indignarse

Desde que nació el Movimiento 15-M hemos convivido a diario con la palabra indignación que es sinónimo de enojo, ira o enfado. Y con el paso del tiempo me doy cuenta de que ha habido distintas formas de entender esta palabra.

La primera está representada en el enfado que sintieron miles de ciudadanos y que les movió a echarse a la calle el 15 de Mayo como protesta por la situación económica y política en España. Esta acción civil pacífica pretendía acabar con el pasotismo ciudadano, crear conciencia crítica, mentalizarnos de nuestra fuerza si nos mantenemos unidos y recuperar el significado real de la democracia participativa.

La segunda manera de entenderla la representan aquellos que se sienten indignados ante la condescendencia mostrada por los gobernantes ante los manifestantes de las plazas, considerando que son elementos “anti-sistema”, anárquicos, extremistas de izquierda, okupas (dicho en tono despectivo), además de perro-flautas, drogadictos y “jipiosos”, entre otras lindezas.

Y estamos los que aún conservamos el sentido común suficiente como para saber hacer una lectura objetiva y no sesgada del movimiento, y que nos sentimos indignados por la cara dura de muchos adaptados que quieren que las cosas sigan como siempre porque les beneficia, que les asusta que los ciudadanos se manifiesten, critiquen y se conviertan en protagonistas de su destino.

Entre éstos se encuentran muchos profesores de las universidades de Filosofía de toda España y juntos han elaborado un manifiesto donde reclaman respeto por lo que ha sucedido remarcando los aspectos positivos de esta acción ciudadana:

Se ha recuperado el valor de la asamblea como lugar donde se discuten las decisiones políticas que nos afectan a todos. Nos hemos dado cuenta de que juntos podemos. No se busca ser un partido más porque consideran que es una trampa. Todos los participantes se representaban a sí mismos. Han mostrado el rechazo a pagar las equivocaciones de los que mandan y nos han dado un claro ejemplo de lo que es la desobediencia civil activa y no violenta. Y es que también hay maneras dignas de indignarse.

martes, 21 de junio de 2011

*Dar clase con la boca cerrada

“Dar clase con la boca cerrada”, de Don Finkel, fue publicado en España en el año 2008 por la Universidad de Valencia. Hace días que comencé a leerlo atentamente, pues pretendo que me sirva de reflexión sobre mi metodología de trabajo.
Su tesis central es defender un cambio en la manera de enseñar, porque cada vez que ha preguntado a sus estudiantes –futuros docentes- cuáles habían sido aquellas experiencias en las que habían aprendido algo de importancia duradera para su vida, las respuestas señalaban que ninguna de ellas se había dado en un aula.
¿Para qué, entonces, dedicar toda una vida a la enseñanza, si ésta no es la clave del aprendizaje?, me pregunto.
Don Finkel cuestiona la figura del “Gran Profesor” que se limita a transmitir conocimientos a través de la palabra, que enseña, básica y fundamentalmente, diciendo y repitiendo a los estudiantes, una y otra vez, lo que se supone que deben saber.
Su propuesta nos anima a inventar nuevas formas de entender nuestra tarea: hay que crear situaciones dinámicas de enseñanza, es decir, circunstancias que produzcan un aprendizaje activo, efectivo y relevante para los estudiantes.
El autor aboga por un profesor más cercano a la figura del artesano que crea las circunstancias óptimas para que el alumno pueda ir aprendiendo por sí mismo. Conseguir encarnar el conocimiento en sus mentes, lo que evitaría olvidar lo aprendido por pura repetición. Nos propone poner las “cabezas” a trabajar para aumentar la comprensión del mundo en el que vivimos. Si llegamos a conclusiones capaces de iluminar nuestras vidas, entonces habremos aprendido algo importante que nunca olvidaremos.
Se trata de elegir las herramientas efectivas de enseñanza para que el alumno aprenda enfrentándose activamente a los problemas planteados. No es tanto escuchar pasivamente sentado durante horas como intentar descifrar los enigmas por uno mismo.
Enseñar de esta manera requiere creatividad constante y empeño porque nunca son las mismas ni las circunstancias socioculturales ni los alumnos, pero cuando lo logras el trabajo diario se convierte en una fuente de satisfacción, la clase se transforma en un lugar vivo y dinámico donde nadie se siente solo y ausente sino como formando parte de una comunidad de investigación.

miércoles, 18 de mayo de 2011

*¡No les votes!

Fue esta mañana cuando descubrí la convocatoria hecha por los jóvenes españoles para el próximo día 15 de Mayo.

Han fijado esta fecha como primer ladrillo en la construcción de una nueva democracia. Creen que se pueden hacer las cosas bien, tienen esperanza y están dispuestos a manifestarse para gritar al mundo que no están conformes con el ejemplo dado por muchos adultos, y reniegan de aquellos que se han vendido al dinero.

Nos convocan a todos los ciudadanos, sobre todo, a aquellos que aún sentimos hervir la sangre en nuestras venas y creemos en la parte buena de todas las personas sencillas y libres.

Nos animan a salir a la calle para luchar codo con codo por una democracia real. Si sentís curiosidad, son muchos los videos que hallaréis en Youtube, en los que nos explican las razones de su llamamiento y se expresan con asertividad sobre lo que les indigna y les mueve a la acción.

Sus razones son hechos; sus armas: la palabra; su fuerza: la verdad; su objetivo: recordarnos a todos que sin nuestro voto, los mercaderes de la democracia no son nada.

Su convocatoria es pacífica, pero firme, serena, pero segura. Hablan de un cambio real, no de un cambio de partido. Denuncian los abusos de nuestros gobernantes de los últimos años, serviles esclavos del capital y del poder económico.

Nos recuerdan todas las medidas tomadas en contra de los ciudadanos y a favor de los privilegiados y están decididos a decir ¡Basta ya!

Dos lemas lanzados a la red, el lugar de reunión de los ciudadanos postmodernos, es decir, nosotros. El primero es contundente: ¡No les votes!; el segundo, proactivo: ¡Toma la calle! Ambas proclamas pretenden mover al pueblo hacia la protesta y la toma de posición.

Ojalá la respuesta sea grande y pacífica, ello querrá decir que hemos madurado como ciudadanos y que estamos más cerca de la tan deseada “mayoría de edad kantiana”.

lunes, 2 de mayo de 2011

*Volver a lo elemental

Existen muchas personas que en su día a día dan mucho de sí mismas en lo que hacen, y eso no tiene precio sino valor, y gracias a todos esos actos, que sumados son inconmensurables, el mundo sigue; cuando les miro ayudan a mi cansancio y me inspiran para continuar aunque falten las ganas.

Cuando las ganas se diluyen porque la razón te indica que lo que tu aportas no es significativo, tienes que profundizar un poco más en el sentido de las cosas, no basta la respuesta frívola y simple, pero sí la elemental.

Lo elemental es lo que nos reconcilia con la vida, y aunque la vida a veces es frágil ante la enfermedad o la muerte, siempre triunfa en su fin creador. Se renueva en su andadura transformando las lágrimas en agua, con que regar las semillas que engendra en su interior.

Desde el interior nos habla, hace ya miles de millones de años, mediante sus leyes que se manifiestan en su conducta diaria. Una de las fundamentales es la ley de la cooperación, cada célula de nuestro cuerpo arrima el hombro para que el ser del que forman parte sobreviva.

Sobreviven, sólo aquellas civilizaciones, que educan en los ideales y valoran a las personas por la forma en la que se dan en lo que hacen y no por lo que consiguen.

Conseguiremos sonreír cuando valoremos más las ganas puestas en un proyecto que el resultado, porque lo primero depende de nosotros y lo segundo no siempre está asegurado.

Aseguraros bien de no medir lo que ponéis porque lo elemental es que sois lo que dais desinteresadamente.

miércoles, 13 de abril de 2011

*¿Qué será, será...?

El silencio abraza mi garganta evitando así que las palabras formen más pensamientos de desánimo, porque cuando se juntan todos en mi cabeza me inunda la tristeza. La parte sabia de mi cerebro sale al encuentro de las ganas de vivir y les grita: “No depende de ti lo que sucede en el mundo”. No, no depende de mí acabar con los mentirosos, los egoístas, los avariciosos, los que solo crean muerte y sufrimiento, los que solo buscan su propios intereses como si vivieran en un mundo sin los otros. Respiro profundamente, me tranquilizo y siento enormes deseos de que los perversos del mundo desaparezcan. Construyo una fantasía y me imagino que todos los que creemos en el buen hacer juntamos los dedos y creamos un círculo indestructible de energía luminosa a nuestro alrededor, con la que cegaríamos los ojos hundidos de los que jamás levantaron la mirada más allá de ellos mismos por si se cruzaban con alguien que les conmoviera su frío corazón. Todos los excluidos del círculo, de repente, están ciegos y como zombis caminan sin rumbo en plena oscuridad, de la que jamás saldrán porque las lágrimas de sus víctimas han creado un lago artificial helado que divide al mundo en dos para siempre. Es posible que emociones profundas como ésta, nacidas de la impotencia y la rabia dieran lugar a la creencia del paraíso o del Cielo y el Infierno. A mí hoy no me importaría que existiese un infierno eterno donde poder echar a todos los hombres y mujeres indiferentes al dolor de los demás; más aún, a todos aquellos que lo provocan por propio beneficio. ¿Será que me estoy volviendo inhumana? ¿Será que recojo la sed de justicia de todos mis conciudadanos, compañeros de vida del momento histórico? No lo sé, pero puedo aseguraros que me preocupa mucho el futuro de mis hijos y mis nietos, y por extensión, el de todos mis alumnos, que se esfuerzan cada día por aprender a ser personas.

martes, 5 de abril de 2011

*Lo que no es amor

Tener conciencia de que somos seres aislados, es decir, de que estamos solos, hace que nos sintamos desvalidos y esta vivencia insoportable nos lleva al amor, a buscar el encuentro con el otro, pero también nos puede llevar a formas de relación nada deseables y que muchas veces, de forma equivocada, llamamos amor.

Una de esas formas de superación de la soledad son las uniones orgiásticas que se practicaban en muchos rituales primitivos. Hoy las formas han cambiado y se llaman “redes sociales”, lugares de “encuentros”, nos sentimos conectados aunque no convivamos con los demás, sin embargo nos comunicamos, nos sentirnos menos solos. Todos sabemos que dentro de estas redes existen encuentros eróticos que son accidentales, esporádicos y periódicos. Y en muchas ocasiones, múltiples.

Millones de personas en el mundo no podrían soportar el silencio y el vacío si de repente no pudieran conectarse a la red. Si estoy dentro de una red me siento salvado de la terrible experiencia de la soledad, aunque las relaciones establecidas sean líquidas, como nos explica muy bien Zigmunt Bauman en su libro “El amor líquido” para referirse a la fragilidad de nuestros vínculos en la actualidad.

También existen formas inmaduras de amar que Fromm llama “unión simbiótica”: es la que mantienen dos personas que se necesitan el uno al otro psicológicamente.

La forma pasiva de esta unión sería la sumisión, donde uno de los integrantes se convierte en una parte de la otra persona, quien la dirige, la guía y la protege de tener que tomar decisiones y de correr riesgos; nunca está sola, pero no es independiente.

La forma activa de la sumisión es la dominación, que supera su sentimiento de soledad haciendo de otro individuo una parte de sí mismo. De esta manera se siente fuerte y seguro; en el extremo estaríamos frente a la persona sádica.

Este tipo de unión está en la base de los malos tratos, entendiendo por este término todo tipo de agresión entre las personas, ya sea entre compañeros de clase, entre hombre y mujer en la relación amorosa o incluso entre padres e hijos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

*Visiones del amor (y II)

En la columna anterior quedamos que, según Erich Fromm, los elementos comunes y básicos a cualquier amor eran: cuidado, respeto, responsabilidad y conocimiento.
Si alguien nos dijera que ama las flores y viésemos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su amor a las flores; vemos pues que preocuparnos por el bienestar de lo que amamos es imprescindible. “El amor es una preocupación activa por la vida y el crecimiento de aquello que amamos”. El cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: la responsabilidad. A veces entendemos que ser responsable es estar obligado a cumplir con una serie de deberes, pero en su verdadero sentido se trata de un acto voluntario. Ser responsable es estar dispuesto a responder a las necesidades de otro ser humano. Cuando hablamos de necesidades no me refiero sólo a las físicas, sino sobre todo a las psicológicas y afectivas. Superar miedos puede ser fundamental para nuestro hijo o para nuestra pareja, y hay que dar al otro el tiempo que necesite para afrontarlos. Intentar cubrir las necesidades del otro nos puede dar cierto poder sobre él; podría pasar a depender de nuestro sustento, si no fuera por el tercer componente del amor: el respeto. Si atendemos al significado de su raíz, “respicere”, respeto significa mirar, estar atento a lo que la otra persona necesita sin intentar cambiarla, permitiendo que se desarrolle y crezca como ella decida, hacia donde quiera y al ritmo que pueda, no como nosotros queremos y deseamos, sino teniendo en cuenta lo que ella quiere, y sosteniéndola afectivamente. Y llegamos al último elemento del amor: el conocimiento. No es posible respetar al otro sin conocerlo. No podemos apoyar a alguien en su crecimiento personal sino sabemos quién es: así nuestro amor sería ciego. Y este saber es un saber profundo que se cocina a fuego lento sin presiones ni agobios, con paciencia, comprensión y dulzura. Crear vínculos requiere artesanía y el artesano necesita aprender el arte si quiere construir un amor de calidad. La calidad implica hacer las cosas bien, y para lograr este objetivo hay que empeñarse. Pero no conozco a nadie que se haya arrepentido cuando lo ha logrado. Sin embargo, sí sé de miles de millones que sufren de insatisfacción, producto de su negligencia y desidia en el cuidado de lo que dicen amar.

lunes, 28 de febrero de 2011

*Visiones del amor (I)

Hay visiones del amor que nos muestran que es más importante amar que ser amado. En ellas se entiende amar como una capacidad propia que hay que desarrollar. Al amar nos olvidamos de nosotros como centro de atención y nos volcamos en el sujeto a quien dirigimos el néctar de nuestro ser. Esta visión del amor se basa en la creencia de que amando crece nuestro potencial; nos volvemos más activos, creativos, más fuertes, y no prestamos demasiada atención a si el ser al que amamos nos corresponde o no.

Esta forma de entender el amor choca con otras que opinan que lo importante es sentirse amado, y que encontrar a alguien que nos ame con locura es cuestión de suerte. La tarea más importante para los que así piensan es cómo lograr que se les ame. Para alcanzar el objetivo siguen varios caminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener éxito social, ser ricos, poderosos. Otro, usado particularmente por las mujeres, consiste en resultar atractivas, deseadas. Piensan que amar es sencillo, y lo difícil, en todo caso, es encontrar la persona apropiada a la que amar o por la que ser amados. André Breton en su libro “El amor loco”, en el último capítulo dedicado a su hija Aube, termina con estas palabras “Te deseo que seas amada locamente”.

Otro uso del término amor es el amor a uno mismo, que en tantas ocasiones se escuda tras el “amor” al otro para no mostrar su auténtica faz. Lo que tenemos en este caso es un amor a uno mismo con persona interpuesta. Hay quien piensa que el egoísta no es malo: simplemente es ignorante y, en alguna medida, pobre de espíritu. Se relame en ese dejarse querer, en ser objeto permanente de cuidado y atención. Es un amor egocéntrico.

Erich Fromm considera que amar es un arte que precisa conocimiento y esfuerzo; ese amar tiene un carácter activo e implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Estos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.

jueves, 10 de febrero de 2011

*Somos el amor que nos dieron

Dice Noam Chomsky que “la capacidad para hacer algo no equivale a la capacidad de saber hacer algo. El desarrollo de esa capacidad requiere adiestramiento”. Acertada afirmación, cuyo sentido voy a desentrañar centrándome en la capacidad de ser padres. Todos poseemos tal capacidad, pero ¿sabemos ser padres? Desde la fecundación hasta el nacimiento del bebé pasan 9 meses que aprovechamos para comprarle la ropita, la cuna, el cochecito, los biberones... pero, ¿sabemos cómo relacionarnos con un ser que, por su especial inmadurez, está en nuestras manos su sano e integral desarrollo? ¿Nos preparamos para ello? Un cachorro recién nacido ya viene equipado; su cerebro está formado y sus instintos le bastan para lo que tiene que hacer en la vida. Pero un bebé es moldeable desde el primer instante, no sólo en el plano físico (cerebro, conexiones neuronales...), sino sobre todo en el plano afectivo. Nuestra relación con él marcará su forma de amar en el futuro. La persona que lo acoge al nacer permanece toda la vida como el primer amor. O como el primer dolor… si no sabe acogerlo. Nacer es la primera suerte. No estropear esta suerte, el primer deber. Ser madre es amar primero aun sin conocer a quien amamos, y cuando le amamos lo hacemos como nos amaron a nosotros nuestros padres. Si como adultos nos damos cuenta de que nuestra forma de amar es incorrecta, deberíamos cambiar antes de ser padres para evitar establecer vínculos no deseables, por inseguros o destructivos, con nuestros hijos. Hacernos conscientes de que nuestros hijos heredarán y repetirán lo que nosotros les enseñemos de obra y de palabra es empezar a saber ser padres. No basta con cuidarles. Deberíamos conocer quiénes somos y qué no debemos transmitirles de lo que somos porque no vale. Y preguntarnos, ante sus defectos o limitaciones, en qué medida éstas tienen que ver con las nuestras, porque las casualidades no existen, y lo que ellos son habla demasiado de lo que nosotros somos, y hasta de lo que quisimos ser y no fuimos. Para ser padres no necesitamos ningún aprendizaje, para ser buenos padres, sí.

lunes, 10 de enero de 2011

*¡Quiero...!

He decidido buscar entre los poros de mi piel toda la alegría que me regalaron mis padres desde que era un bebé y con ella regar el mundo que me rodea.

He considerado seriamente darme cuenta de todo el cariño que me dan cada día mis amigos, mis alumnos, mis hijos, e impulsar con él mi coraje para no tirar la toalla ante el desánimo y la derrota.

He determinado centrarme en lo bueno -que lo hay, aunque a veces me cueste verlo- y mirar lo malo de reojo para no permitir que contamine mi alma de niña aventurera.

Quiero creer en las personas sencillas, anónimas, que conviven conmigo día a día, y que son portadoras de una fuerza que desconocen pero que la tienen y que puede cambiar sus vidas.

Quiero apostar por todos los ciudadanos que creen en la libertad del individuo y en el diálogo cuando se trata de asuntos de la colectividad.

Quiero lanzar un grito: !Basta de lamentos!, y un lema: ¡Cuenta conmigo! que lleguen hasta el sol, símbolo en el mito de la caverna de Platón, del Bien, la Belleza y la Verdad.

Camino despacio porque el sendero se hace impracticable cuando estamos solos, pero mis pasos no van a parar porque hay mucho por hacer, a pesar de los 4 millones de parados (curiosa paradoja).

Cavilo para encontrar soluciones a los problemas, intentando distinguir entre los reales y los imaginarios, pues no deja de ser imaginario sufrir por lo que no tenemos o por lo que no somos.

Prometo no huir del dolor de los que me rodean, sino abrazarlo para que en el acogimiento se diluya, dando paso al consuelo y la compañía.

Deseo desprenderme de todo lo que me aísla y no me ayuda a crecer en el amor, pues, sin duda, eso sí que merece un “estado de alarma”, y no cuestiones que se pueden solucionar con acciones ordinarias. Y es que a estas alturas ya deberíamos saber cuáles son los ingredientes esenciales para disfrutar de una vida plena.

domingo, 19 de diciembre de 2010

*Triste ¡Feliz Navidad!

Qué difícil me resulta pronunciar las palabras ¡Feliz Navidad! Es lo que siento en estos momentos, y me pregunto si les pasará lo mismo a mis vecinos.
Percibo enfado y desánimo en la gente. Y por más que intento buscar razones por las que seguir luchando día a día, hoy me cuesta.

Me duele la indiferencia de los que tienen el poder en sus manos y no toman las decisiones adecuadas para que los ciudadanos podamos mantener la ilusión por construir un clima de cercanía y ayuda mutua.

Y tengo miedo, porque sé que la rabia es una emoción que, igual que te ayuda a sobrevivir, te puede destruir; y que el odio es un sentimiento terrible que siempre busca víctimas para alimentarse en una espiral que termina, inevitablemente, en dolor, muerte y desolación.

La bajada de sueldos, la subida de precios y de impuestos, el retraso y recorte de una jubilación merecida, esa Ley Sinde que amenaza con coartar la libertad de expresión y legitimar la censura, las reformas laborales que empobrecen aún más a los más pobres, las leyes represivas antitabaco y anti todo, la creciente delincuencia, la expansión de la droga, el creciente paro, esos jóvenes sin posibilidad de seguir adelante con su ciclo normal de vida porque no tienen trabajo...

Son tantas las medidas que vulneran los derechos fundamentales de los ciudadanos que siento una opresión en el pecho que me ahoga, me entristece y me asusta. Y lo peor de todo es que no veo una forma pacífica y serena de que las cosas cambien, porque los que deben cambiarlas se lavan las manos como Poncio Pilatos.

Y en medio de todo este decorado, nace el Niño en un pesebre. Y me cuesta esbozar una sonrisa y acogerlo entre mis brazos, porque lo que me invade es el enfado y la rabia contra los hombres malos.

Así que una parte de mi os desea de corazón una Feliz Navidad, y otra, indignada ante tanta injusticia, lo que quiere es ver en la cárcel a todos los responsables de tanto dolor y desigualdad.

Creo que ya va siendo hora de que cada cual salga en la foto que le corresponde: en la de los hombres de buena voluntad, o en la de los corruptos y malvados. Tanta tibieza moral empieza a provocarme náuseas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

*El miedo a asumir retos


Fue un día de Noviembre, dentro del I Foro “Juventud y violencia” de Torrijos, cuando nos invitaron a participar en la elaboración de un vídeo. La respuesta de mis alumnos fue:

-No, Carmen, que nos da vergüenza -respondieron todos.

-Lo entiendo -les dije-, pero creo que es una experiencia nueva y deberíais asumir el reto.

Después de cinco minutos se apuntaron seis alumnos.

Costó tres horas grabar las imágenes, estaban nerviosos, no les salía la voz; pero poco a poco, repitiendo una y otra vez, las frases se pronunciaban con más alegría, se iban metiendo en el papel, ellos mismos se autocorregían y nacían en su interior las ganas de hacerlo mejor.

Fue una tarde divertida, aprendimos el valor del trabajo en grupo, la alegría de compartir experiencias, el calor de apoyarnos los unos a los otros, de reírnos, de sentirnos acompañados y queridos.

Cuando el día de la inauguración del foro en el Palacio de Pedro I, vimos el resultado final en pantalla grande, nos quedamos todos asombrados, orgullosos, felices.

Creo no equivocarme si digo que se sintieron contentos de su trabajo, sobre todo por haber sido capaces de superar el miedo. Incluso, alguien del grupo se atrevió a animar a sus compañeros a vivir experiencias que implicaran enfrentarse a la vergüenza, a la timidez o, simplemente, a la apatía, entendiendo que ésta es la única forma de crecer.

jueves, 25 de noviembre de 2010

*Un silencio culpable

A raíz del I Foro de “Juventud y violencia”, celebrado en Torrijos entre el 15 y el 20 de Noviembre, pude participar, junto con mis alumnos, en varias actividades organizadas por el Ayuntamiento. Una de éstas fue realizar un programa de radio con un grupo de 16 chavales sobre el tema de la violencia.

En los días previos al programa nos reunimos todos para decidir de qué íbamos a hablar y cómo organizarlo. De nuestras conversaciones salieron aspectos que me parecen preocupantes y que voy a comentar con el único fin de despertar la conciencia sobre estos problemas y romper de una vez con el pasotismo y la ceguera de ciertos adultos.

Varios de mis alumnos me comentaron que cuando practican deporte, como el fútbol, sufren humillaciones por parte de algunos compañeros que, por ser mejores jugadores, se comportan de forma agresiva y déspota con ellos. Lo hacen porque saben que quien debe frenar este comportamiento, no hará nada y, por tanto, sus abusos no tendrán ninguna consecuencia negativa para ellos.

Voy a guardar silencio sobre la naturaleza de estos actos vejatorios porque no es el morbo lo que me impulsa a escribir estas palabras, sino la indignación con los responsables de esa actividad, que consienten tales actos, mirando cobardemente hacia otro lado.

Me pregunto, ¿qué pretenden estos formadores deportivos cuando se dedican a entrenar a chavales? ¿Ganar al precio que sea, aunque la victoria lleve sobre sus espaldas el dolor profundo de muchos niños para quienes el fútbol es la actividad que más les gusta, pero que, por no ser tan diestros, se convierten en víctimas de “las figuras” del equipo?

Creo que esta conducta adulta es despreciable, sobre todo porque estamos hablando de chicos menores de edad con ilusión por el deporte, pero sin armas para luchar contra la chulería de los que se creen mejores, o contra la presión de unos padres irracionales para quienes la victoria es lo único que cuenta.

Y lo más penoso es que la indefensión de estos chicos esté fomentada por la pasividad de aquellos que deberían defenderlos: los llamados “entrenadores”, que, al parecer, no sólo han perdido el norte, sino que, además, desconocen el significado profundo de lo que es educar a través del deporte.

lunes, 8 de noviembre de 2010

*Sueño con gigantes

El viernes pasado, por invitación del Ayuntamiento, fui al cine con mis alumnos para ver Invictus, y debo reconocer que la película me emocionó.

Es, tal vez, esa capacidad maestra de ver a los seres humanos que se esconden debajo de las etiquetas, lo que más me impresionó del personaje que nos intenta presentar la película.

Camino de mi casa, pensé: ¿Tendremos la suerte los españoles de contar algún día con un gigante humano de este nivel? ¿Verán mis ojos a un alma grande e imperturbable, que asumiendo su rol de político, logre considerar al del otro partido como un compañero más del equipo de gobierno?

Tal vez entonces, los españoles seamos capaces de construir un verdadero país unido, y no siempre amenazado por la división y la lucha por el poder. Nelson Mandela lo logró ni más ni menos que con negros y blancos, entre los cuales sólo existía odio y ansias de venganza en ese momento histórico tan delicado.

Evitó una matanza como tantas otras en la historia de la Humanidad; consiguió lo que sólo puede lograr un espíritu libre y grande: hacer las cosas bien. Fue capaz de apelar a lo mejor del ser humano, de transformar un símbolo que representaba la opresión blanca sobre los negros en un emblema de la fuerza y la unidad de todos los habitantes de un país dividido. Sólo un hombre incorruptible y consciente de su misión tiene la fortaleza de espíritu para expresar lo que significa perdonar a los enemigos.

Entendí que todo político debería aprender de Mandela, que supo olvidar el lado oscuro del pasado y poner su mirada en las cosas que tenemos en común más que en las diferencias.

Habría que liberarse de la esclavitud de las ideologías y de los bandos políticos, y trabajar juntos creando nuevas realidades para todos los ciudadanos que vivimos aquí, en este lugar accidental en el que nos ha tocado nacer.

miércoles, 20 de octubre de 2010

*Los idiotas modernos

Fue por casualidad, mientras preparaba un texto de Aristóteles, cuando descubrí que la palabra “idiota” tiene su origen en el término latino “idiota idiotae”, que a su vez proviene del griego, donde significaba lo privado, lo particular, lo personal.

Con idéntica raíz encontramos en nuestra lengua dos términos más que apuntan hacia ese mismo significado de particularidad y privacidad. Uno es “idiosincrasia”, que significa modo de ser, carácter o temperamento; el otro es “idioma”, y hace referencia a la lengua propia de un determinado lugar.

Pues bien, el idiota era aquél que se preocupaba sólo de sí mismo, de sus asuntos personales, sin prestar atención a los asuntos públicos.
Pasó que como en la Antigüedad griega, y posteriormente en la romana, las cuestiones públicas eran algo serio y de vital importancia para los hombres libres, la palabra evolucionó y su uso se redujo a la categoría de insulto.

¿Por qué? Porque aquél que sólo se ocupaba de lo suyo era alguien despreciable en una sociedad donde existía la convicción de que participar en política, tomando las decisiones importantes para que la vida comunitaria funcionase, era una de las ocupaciones más nobles y mejor consideradas.

Ahora comprendo por qué llevo tiempo, demasiado ya, sintiendo esas enormes ganas de llamar a mis dirigentes nacionales, e incluso a otros de ámbito local, idiotas. No se trata de un simple insulto, que bien ganado lo tienen, sino que además recoge el significado originario de la palabra. Desde que lo sé me siento más tranquila; creo que hasta duermo mejor, porque entender las cosas siempre me da tranquilidad.

Ya sólo queda que los ciudadanos no “idiotas” elaboremos una estrategia para meter a nuestros políticos en “La máquina del tiempo” y enviarlos a la Antigüedad grecorromana, a ver si recuperan, de una vez por todas, aquel espíritu que se tomaba en serio las cuestiones públicas. Mientras tanto, nosotros, los de a pie, intentaremos recobrar el valor de la asamblea y del diálogo para entre todos buscar las mejores soluciones para el mayor número de personas.

viernes, 1 de octubre de 2010

*La costilla de la discordia

Cuando de niña leí por primera vez aquella frase de la Biblia que dice “No es bueno que el hombre esté solo”, que expresaba un pensamiento divino, y como a continuación Dios creó a la mujer de una costilla de Adán para que tuviese una compañera, algo se revolvió dentro de mí provocando una reacción de rebeldía. Esta frase me cayó entonces antipática, porque reflejaba una especie de inferioridad metafísica: ¿por qué esa necesidad de ser parte del varón? Parecía algo así como una maldición de nacimiento que nos situaría siempre en desventaja con respecto al otro género.

Ahora, desde los ojos de la madurez y con unos cuantos libros leídos, entiendo que esa frase lo que realmente venía a significar es la necesidad del género masculino de su propia costilla.

Me explico: si observamos un poco la cuestión, es fácil darse cuenta de que la naturaleza nos dotó a las mujeres del regalo de la maternidad y con ella de la posibilidad de ser más autónomas que el varón. Desde que nacemos tenemos la capacidad de dar vida y con ella la destreza de saber cuidar de otros. Somos cuidadoras por naturaleza, como dicen los filósofos, y aunque es cierto que si los hombres se empeñan pueden llegar a serlo, para nosotras las mujeres es casi pan comido.

Saber cuidar de alguien nos habilita para saber cuidar de nosotras mismas, con o sin hombres. Ellos, en cambio, tienen que empeñarse en valerse por sí mismos y lo primero que tienen que hacer es alejarse del cuidado de sus madres en un momento determinado.

Así pues, la frase mencionada al principio bien podría interpretarse como un aviso para los hombres de su dificultad para ser autónomos y de lo mucho que tendrían que crecer para vivir con una costilla menos.

Pero entiendo que también era un mensaje para las mujeres, recordándonos que cuidar de otro no es un fin en sí mismo, sino una colaboración en la cadena natural, lo cual implica comprender el diferente punto de partida de los géneros y el empujón que debemos dar a nuestros hijos varones para que alcancen su independencia.

jueves, 16 de septiembre de 2010

*Héroes de la calle

Corren tiempos difíciles para el entusiasmo porque los enemigos son muchos y los creyentes en su fuerza pocos, pero este mismo hecho nos conecta con el lado mágico que tenemos los seres humanos cuando nos sentimos partícipes de las grandes hazañas.

Hace falta coraje en nuestra sociedad y el firme convencimiento de que todo lo que intentamos hacer, desde el niño que guardamos dentro, no es bueno para nosotros si no lo es para todos. Esta es la clave, la fuente inagotable de la energía positiva que nos transforma en corazones inteligentes.

En esta época, como la que vivimos, del “todo vale”, siempre hay voces que se atreven a decir: NO. La inercia del “y... ¿a mi qué?” tan viciada y decrépita, cansa y envilece. Plantarle cara es casi obligatorio si aún nos quedan ojos para mirar la sonrisa de un niño que reclama la oportunidad de vivir en un lugar donde haya esperanza y futuro.

Son momentos para la creatividad y las soluciones de verdad, generosas y altruistas. Son instantes donde lo pequeño tiene un inmenso valor si es ejemplarizante. Por eso, quiero animar a todos aquellos que leyendo las señales de los tiempos tienen la valentía de oponerse a la corriente que arrastra a la destrucción.

Pienso en el político que cree y lucha por el bien común, en el maestro que se entrega a sus alumnos, en el policía que se niega a obedecer al Estado perverso que sólo ve en el ciudadano un contribuyente, en el empresario que trabaja al lado del obrero, en el médico que ve al paciente por encima de la enfermedad, en fin, y en tantos otros.

Quiero sentirme al lado de todas aquellas personas que vivencian la conexión entre su yo y los otros yoes, y que saben que sin un tú el yo se vuelve anoréxico y muere.

sábado, 11 de septiembre de 2010

*Los hechos y su significado

Lo bueno de tener memoria es que siempre puedes recuperar lo vivido, y aunque en muchas ocasiones es mejor olvidar, otras veces nos ayuda a pensar.

Hace apenas un mes, sentada en un parque de una ciudad alemana, observé a unos jóvenes fornidos, vestidos de coronel tapioca, arrastrando modernos rickshaws en los que suelen ir sentados dos adultos. Y con esa imagen en mis pupilas recordé la sensación de tristeza y pesadumbre que me produjo ser uno de esos adultos que se dejaba llevar por las calles de Vanarasi, en la India, el verano pasado.

El término rickshaw proviene del japonés “jinrikisha”, en el que “jin” significa persona, “riki”, fuerza y “sha”, carruaje; es decir, carruaje arrastrado por un hombre. Se usa como taxi en países en vías de desarrollo, y en los tiempos que vivimos, también en países desarrollados. Pero, aun siendo en apariencia un mismo hecho, no significan la misma realidad. ¿Qué cambia? Cambia el contexto.

En la India es un modo de sobrevivir, los hombres que los conducen están famélicos, cansados y apenas si pueden pedalear. Subir en uno de esos carruajes como ciudadano de un país desarrollado te hace sentirte inhumano, lo que te impide disfrutar del paseo; sólo piensas en su cara de agotamiento y algo te dice que si pudieran elegir, se dedicarían a otra actividad.

En el mundo occidental, en cambio, no es más que un sistema de transporte alternativo y ecológico; quienes trabajan en ello no lo hacen para sobrevivir, sino porque quieren, o tal vez para quemar el exceso de calorías en un modo de vida donde comer está sobredimensionado.

Y me preguntaba, si sería tal vez el significado del hecho, lo que me produjo aquella penosa sensación que se quedó como recuerdo para siempre en mi memoria. Y es que, la falta de libertad acongoja siempre porque nos recuerda que la esclavitud es enemiga de la alegría. Poder elegir nos da la oportunidad de saber qué somos capaces de hacer, y de aprender de las equivocaciones.

lunes, 26 de julio de 2010

*Vivir bajo el miedo

Del 4 al 14 de Julio estuve en Jerusalén participando en un seminario sobre la Shoá, que es como denominan los israelíes al holocausto perpetrado por la Alemania nazi durante la segunda Guerra Mundial y que costó la vida a más de 6 millones de judíos por el solo hecho de serlo.

La monstruosa ideología que movió a los nazis a exterminar al pueblo judío diseminado por toda Europa también extendió su acción aniquiladora sobre otros grupos: los homosexuales, los discapacitados, los indigentes, los gitanos, los republicanos o los, simplemente, no adeptos al régimen nazi.

Tratar de entender esta singular barbarie me ha llevado 100 horas de estudio, pero la sensación de indefensión, pánico y vergüenza ajena frente a mentalidades de esta naturaleza creo que me acompañará toda la vida.

Una cosa me ha quedado muy clara: no hay amenaza más perversa y peligrosa para una sociedad que el fanatismo totalitario. Sus armas son la supresión de todo derecho y libertad individual y la implantación de la violencia y el miedo. Su éxito: lograr que todos los miembros de la comunidad, divididos en víctimas y en verdugos, dejen de comportarse como seres humanos; los verdugos porque son convertidos en criminales, y las víctimas porque, sometidas a situaciones límites de hambre y hacinamiento, se transforman en supervivientes deshumanizados bajo el peso del horror y la feroz ley del más fuerte. Esto explica que en los guetos judíos las mejores personas, junto con las más indefensas, fueran, por lo general, las primeras en morir.

Otra terrible consecuencia del genocidio nazi fue que aquellos que en principio no se hallaban ni en el grupo de las víctimas ni en el de los verdugos, pasaron a ser observadores pasivos, situación que también los destruyó, porque algo esencial muere en aquel que se limita a mirar hacia otro lado cuando sus ojos se topan con la brutalidad y el sistemático exterminio de millones de seres humanos, ancianos, adultos y niños.

Debemos aprender la lección y defender nuestro sistema de libertades, a pesar de sus defectos, porque ninguna democracia está inmunizada contra el totalitarismo. No podemos quedarnos impasibles ante movimientos sociales o actitudes personales que se nos imponen por la fuerza o la violencia, pues sólo con el diálogo y el consenso basados en la justicia y en la fraternidad es posible construir sociedades humanas dignas de ser llamadas así.

Fui a Jerusalén en busca de algunas respuestas y volví con un montón de preguntas. La primera sería: ¿qué nos enseña la Shoá del pueblo judío? El último exponente del seminario concluyó afirmando que era necesario conservar la memoria de la Shoá porque forma parte de la historia del pueblo judío, pero que también había que empezar a cicatrizar heridas si no querían ser víctimas del holocausto de por vida.

¿Qué quiso decir con estas palabras? Pues que, aún hoy, muchos israelíes viven bajo el miedo a ser perseguidos y aniquilados de nuevo. Es este temor el que hace que, para protegerse, inconscientemente se refugien en su identidad tribal de "pueblo elegido" y eternamente perseguido, lo cual no deja de ser un paradójico “retorno al gueto”. Tal vez sea esta especie de paranoia colectiva la razón por la que el Estado de Israel obliga a todos sus ciudadanos y ciudadanas, una vez terminados sus estudios básicos, a realizar tres años de servicio militar, donde son instruidos para participar en los conflictos armados que surjan, como los ya vividos con el Líbano, Siria o, actualmente, con los palestinos.

Y me pregunto: ¿merece la pena vivir una vida bajo la continua sospecha y desconfianza hacia todo lo externo al grupo endogámico? ¿Tiene razón de ser vivir en un permanente estado de amaneza y de guerra? ¿Es sano cargar sobre la conciencia colectiva el sufrimiento de miles de palestinos, justificándolo desde la memoria histórica de su propio sufrimiento ante los nazis?

Creo en el valor de la memoria tanto como en el valor del perdón. Y pienso que sólo una educación emocional basada en estos dos valores permitirá a un pueblo masacrado, como lo fue el judio, superar el lado trágico de su historia y volver a confiar en "los otros", dejando de ver el mundo en términos de “nosotros” y “ellos”.

Esta transformación implica educar en el amor y en la compasión, implica comprender y compartir el dolor del otro, implica, en fin, despegarnos de nuestra indiferencia hacia todo lo que no sea “lo nuestro” y sentirnos y tratarnos todos como iguales.
Recuerdo algo que nos contaron sobre una mujer judía confinada en un campo de exterminio. Un militar de la SS que topó con ella le preguntó: ¿y tú quién eres? Y ella contestó: un ser humano. Pudo haber respondido apelando a cualquier característica particular que la definiese, pero decidió recordar a su agresor que ambos eran lo mismo: seres humanos. Muy sabia respuesta.

Si algo he echado de menos en el seminario es esta educación emocional en el “después” del holocausto. Tal vez esto explique el hecho de que todas las miradas con las que me he ido encontrando durante estos días no me miraran a mí, y si lo hacían, fuera de reojo, huyendo del encuentro sincero entre seres humanos iguales y valiosos. He percibido en esas miradas la desconfianza y el recelo, cosa que me entristece porque en mi esfuerzo por comprender lo que sucedió en aquellos años malditos del siglo pasado había una actitud de generosidad y de acercamiento sincero y abierto.

Sólo me queda desearle al pueblo israelí sabiduría y valentía en su proceso de superación del pasado para que sus futuras generaciones sean capaces de liberarse del desesperanzador peso de ser “víctimas de la injusticia”. Porque lo peor de ser víctima no es el dolor sufrido, sino las secuelas que nos impiden apreciar la belleza de la vida en toda su extensión y riqueza.
Hay una frase que ilumina muy bien este tema: “es mejor sufrir una injusticia que cometerla”. La dijo Sócrates, que prefirió morir injustamente, antes que dejar de comportarse como un ser humano íntegro y coherente con lo que enseñaba.

sábado, 3 de julio de 2010

*Éxito y reconocimiento

¿Qué es el éxito? Según a quien preguntemos obtendremos diversas respuestas.

Para mí es apasionarse con nuestro quehacer, disfrutando a cada instante sin importar los resultados. Se trata de una vivencia única que achica el tiempo transformando los segundos en intensidad vivida. Cuando consigues instalarte en este estado, la vida vuela y la satisfacción interior crece llenándote los pulmones de ilusiones nuevas.

Si además, de forma inesperada, llega el reconocimiento a tu concienzuda tarea, la alegría estalla y la reacción inmediata es conectar con las personas a quienes quieres de verdad para comunicárselo y que se alegren contigo. Es un instante de pura exaltación que te sube a las nubes, una embriaguez que por un momento te hace sentir como "la reina del mambo".

El proceso del éxito es largo, silencioso, preciso y duradero, mientras que el reconocimiento es intenso, explosivo, breve y perecedero. En la construcción del éxito mandas tú, pues tú decides y de ti depende todo. Te sientes libre, creativo y satisfecho. El reconocimiento, en cambio, siempre llega de la mano de los otros. Esa valoración exterior de tu tarea te hace sentir feliz, sí, pero sabes que lo realmente importante ha sido el arduo proceso que te ha conducido hasta allí.

No miento si digo que esta experiencia la hemos vivido mi amigo Quique y yo trabajando juntos en tres blogs que nacieron en septiembre de 2009 con la idea de utilizar la red como medio para educar. En ellos han participado muchos alumnos de ESO y de bachillerato mediante sus actividades y comentarios a los textos y canciones allí expuestos. Han sido muchas las horas dedicadas a esta aventura, e ilusionantes los resultados obtenidos con nuestros alumnos. Hacerlo y vivirlo cada día con ellos ha sido nuestro éxito.

Y el reconocimiento ha venido de la mano de Europa a través del "II Concurso de Blogs Espacio Europa". Nuestro blog “Cartas devueltas” ha ganado el 1º premio como blog educativo y estaremos en Bruselas el día 14 de Julio representando a España.

Por esto, queremos compartir nuestra alegría con vosotros, y muy especialmente con los coprotagonistas de esta aventura: los alumnos que han llenado de sentido nuestra dedicación al blog.

¡Enhorabuena chicos y chicas! Hemos tenido éxito y, además, reconocimiento.

domingo, 13 de junio de 2010

¿Quieres un abrazo comunitario?

Hay un lado en nuestro ser humano que transforma, que es capaz de convertir en segundos la mezquindad en inocencia, que acoge el dolor de verdad y lo alivia.

¿Qué misterio guarda la vida en su interior que es capaz de transformar el sufrimiento inútil -fruto de la envidia, el miedo o simplemente la sinrazón- en un acto espontáneo de generosidad?

Qué cerca queda lo bueno de lo malo. Esa línea tan sutil y tan sencilla de atravesar cuando nos domina el orgullo o la prepotencia, golpeando al otro con nuestra propia insatisfacción vital.

Pero justo en ese dolor que retuerce las entrañas, nacen flores que te besan con sus pétalos y mariposas que vuelan hacia ti, llevándose partes de tu pesar entre sus alas para que pese menos.

Y sientes que el aire te abre los pulmones ayudado por los abrazos que, como un halo mágico, te calman y protegen de los francotiradores y sus irracionales ansias de disparar.
Existiendo la alegría de vivir, ¿no es absurdo dedicar la vida a entristecer la vida de los demás? Es algo que a menudo me pregunto.

Ojalá sepa yo ser mariposa o flor que se impregne del dolor, sea de quien sea, para hacerlo más liviano. Que no sienta el sufrimiento del otro como algo insoportable, como una agresión a mi calidad de vida, sino, muy al contrario, como una oportunidad para vivir la calidad humana.

Esta reflexión me la inspiraron tres de mis alumnas -Mónica, Maite y Judit- una mañana gris de Junio y con vosotros la he querido compartir, deseando que digáis conmigo: ¡Sí, quiero “un abrazo comunitario”!

miércoles, 19 de mayo de 2010

*Palabras que lían el corazón

Leyendo un artículo sobre relaciones personales me encontré con una palabra: amigovio. Y me pregunté si el término se habría inventado para describir una nueva realidad social o si sería el reflejo de nuestra creciente confusión en este tema.

Siguiendo con la reflexión se me ocurrieron tres formas de interpretarlo:

-Una primera sería un amigo con el que mantenemos relaciones sexuales de forma oculta.

-La segunda haría referencia a una persona que nos gusta mucho pero que, presintiendo que si lo llamamos novio saldrá huyendo, preferimos retenerlo llamándolo amigo.

-La tercera sería alguien de nuestro entorno habitual con el que practicamos sexo sin ningún proyecto de futuro.

Lo que tienen en común las tres interpretaciones es que describen un tipo de relación que queda recluída en la intimidad de los afectados y como en una especie de stand by, es decir, como bloqueada fuera del tiempo y del espacio; algo así como inexistente para los otros. Es intimar con alguien sin costo alguno, aunque no sé si el concepto intimar tendría cabida en este tipo de interacción.

Se me ocurre que una relación así tiene las ventajas de la “amistad” y nos satisface las necesidades como amantes, además de liberarnos de obligaciones y exigencias que no deseamos. Mantenemos a salvo nuestra individualidad y todo se nos perdona. Gozamos de libertad de acción y si aparece el temido peligro de consecuencias no deseadas siempre podemos soltar la frasecita: “tú y yo no somos nada”.

Ocurre que al liar las palabras se nos lía el corazón y resulta que ya no podemos contar a ese amigo que nos gusta mucho fulanito, ni se nos puede escapar delante del tal fulanito que la noche pasada la pasamos con nuestro amigo. Tampoco parece muy buena idea presentar al amigovio a nuestra nueva conquista por si salta nuestro lado más irracional y la liamos.

El resultado es que la vida se nos fragmenta en compartimentos separados en los que representamos un rol: amigo, amante, rollo, amigovio…, cuando tal vez lo único permanente y auténticamente real sea nuestra necesidad de amar y sentirnos amados.